Heroína de la independencia del Perú
- Padres: Fernando Parado y Jacinta Jayo
- Cónyuge: Mariano Bellido
- Hijos: Gregoria, Andrea, Mariano, Tomás, María, Leandra y Bartola
- Nombre: María Andrea Parado de Bellido
María Parado de Bellido nació el 5 de julio de 1761 o 1777 en Huamanga o Paras, Corregimiento de Huamanga, Virreinato del Perú.
Hija natural del criollo Fernando Parado y de la indígena Jacinta Jayo.
Quechua hablante, creció en las alturas de Huamanga sin recibir instrucción.
Con 15 años contrajo matrimonio con Mariano Bellido, con el que tuvo siete hijos: Gregoria, Andrea, Mariano, Tomás, María, Leandra y Bartola.
Tras la llegada al Perú de la fuerza multinacional independentista, los realistas se replegaron al interior del país. En Huamanga, el general Carratalá estableció una plaza fuerte aunque no impidió la formación continuada de fuerzas patriotas, una de las cuales se hallaba en el distrito de Parás, perteneciente a la provincia de Cangallo, a órdenes de Cayetano Quiroz.
Tanto su esposo como sus hijos varones se sumaron desde 1820 a las fuerzas patriotas.
María Parado de Bellido comenzó a informar al ejército patriota de los movimientos y poderío bélico realistas a través de cartas a su marido. Siendo analfabeta, se limitaba a firmar las cartas que dictaba a Matías La Madrid, secretario de la intendencia de Huamanga. Así ayudaba a los insurgentes a planificar sus ataques contra los realistas.
En un enfrentamiento, al revisar las ropas de un patriota, soldados españoles encontraron una de sus cartas en la que se daba cuenta de secretos militares de los realistas. Identificada como la autora de la carta, el 24 de marzo de 1822 fue apresada.
Tras ser descubierta como informante de los insurgentes fue sometida a tortura por el general José Carratalá, que le ofreció salvar su vida, si descubría a sus cómplices y los planes de los sublevados. Ante su negativa, fue fusilada el 1 de mayo de 1822 en Huamanga, Departamento de Ayacucho, Perú.
Su cadáver pudo haber sido sepultado en la Iglesia de la Merced, quedando sus hijas abandonadas. En 1826, Simón Bolívar, otorgó a las hijas de la heroína una casa que pertenecía a un soldado realista de Huamanga.